Todo mundo le entra duro y tupido a la piratería, aunque tal vez en niveles diferentes, y esa es la única verdad. Ya sea por pasarle una copia a un amigo o pariente, o hasta irse a gran escala a la venta pública en Tepito, en las calles de Málaga, o a la orilla del mar en Phuket.
La realidad es que la venta de discos va en determinada cuesta a abajo: En España el declive anual ha sido del 6% en los últimos 3 años; en México, 9%; en los Estados Unidos, 7%; y en Inglaterra 11%. Alarmantes cifras, y aún así en realidad, la industria musical no sufre perdidas a la escala de la industria del cine.
Históricamente la piratería musical ha estado presente ya por muchos años en nuestras sociedades, pero de forma semi-latente y en números relativamente pequeños; sin embargo el advenimiento del acceso masivo a componentes digitales para la reproducción del Disco Compacto (y, ahora el DVD) ha sido la causa principal de el problema gigantesco que ahora aqueja a las compañías disqueras. Gracioso es, entonces, que esas mismas represas hayan sido abiertas por las compañías que hoy buscan apasiguar a la bestia, ya que las mismas casas disqueras fueron quienes lanzaron, laurearon y promocionaron la superioridad del CD sobre el vinil, el cartucho de 8 y el cassette. La superior calidad de audio, la alta capacidad para almacenaje, y sobre todo las características longevas del nuevo acetato resultaron a la vez insólitas, asombrantes, pero sobre todo inigualables.
Todo eso nos ha traido hacia donde estamos ahora. Un mundo en donde el intercambio ilegal de archivos electrónicos sobrepasa diariamente el quintillón de bytes (osea, 10 a la décimo-octava potencia... un chingo de ceros, pues) y aplicar sistemas infalibles de control y/o medidas anti-piratas que detengan esta actividad ya es indudablemente una tarea imposible. Los protocolos de transmisión P2P (usenet, torrent, rapidshare, ANts, PeerCast, etc.) son cada vez mas avanzados y sagaces, por lo cual no se ve por dónde obstruir, o desviar tan solo, el flujo de actividades piratas en internet. Y aún así, ÉSTE es el intercambio "altruista" porque tanto aquellos que distribuyen, como los que reciben, lo hacen sin sacar remuneración monetaria alguna. (Yo en lo personal, aún no he conocido al compa que cobre por pasarle a alguien la discografía completa de "El Gallo de Oro" -- qepd -- o en su defecto el nuevo material de Radiohead -- faltando meses para su lanzamiento oficial.)
En cambio, el negocio donde SÍ hay dinerito pasando manos es el de la venta ilícita de discos de audio (y video) a plena luz del día, en los mercados, en las calles. ¿Acaso eso aligera el nivel de culpabilidad? ¿El hecho de que sucede a la vista de todos? El comerciante que realiza la venta en menudeo tuvo que haber comprado todo ese material en mayoreo de algún distribuidor, ¿o no? Esa no es otra cosa mas que producción semi-masiva. Al caminar en mi última visita a Phuket (a mediados de Mayo del 2006), establecimiento tras establecimiento alcancé a apreciar en cada uno por lo menos 10 a 15 copias de los, entonces nuevos, CDs de Shakira y Thom Yorke. Es obvio que esas ventas dejan ganancias, y entre más se adentra uno al proceso de producción pirata, es inevitable darse cuenta que ése es un sistema enorme de mercado. ¿No es entonces obvio también que esa práctica no es otra cosa más que una mafia; un cáncer extenso y casi imposible de extirpar? ¡Claro! Pero, igualmente uno puede llegar a la fácil conclusión que las autoridades le han de tener cierto miedo o nivel de respeto a esa forma de crimen organizado. De no ser así, desde hace muchos años que esta forma de hacer negocios estaría extinta ¿o no?
Es probable. Por eso tal vez sea más atractiva la inclinación al morbo que conlleva la idea de saber que hay un individuo frente a su ordenador, en las penumbras, buscando y obteniendo por medio de extraños artificios y conjuros aquellos mismos álbumes, y películas. Sin duda llama la atención.
Así que por una parte existe esa "mística de las artes computacionales" en las cuales no todos somos iniciados, y por otra está la inundante realidad de que el número de "pirateristas" de internet se encuentra en las decenas de millones. Su "extenso" conocimiento de la tecnología los hace convierte en seres perversos. "¿Cómo es que se atreven a conseguir canciones sin pagar por ellas?", es la pregunta que se hacen las firmas disqueras. De ahí surge el afán de querer combatir "fuego con fuego" y utilizar la tecnología misma para acabar con los "planes malévolos" de esos que osan obtener la tan preciada música en forma ilegal.
Se sabe que esas personas rara vez pertenecen a un circuito, y que su colución no va mas allá del contacto que generen en un chatroom o a través de sus blogs. Igualmente se sabe que regularmente éstos son individuos que realizan dicha actividad en la comodidad de sus casas o incluso en sus escuelas. Por ende es fácil localizarlos a través de sus proveedores de internet y por sus direcciones únicas (IP address) de internet. Igualmente, al saber que no son un grupo organizado, es mas sencillo concluir en atacarles haciéndoles ver como grandes criminales.
Pero la realidad es diferente. Estas personas no están obteniendo ganancia alguna al hacer sus intercambios, y muy al contrario, en la gran mayoría de los casos hasta se puede argumentar que están generando publicidad gratuita a innumerable grupos, artistas y/o cineastas que no tienen medios para competir en los mercados nacionales o internacionales. Entonces, la solución no está en lanzar cacerías de brujas completamente fortuitas, con los "transgresores de la ley" que se encuentran en internet. Por el contrario, el problema debe atacarse primeramente en la calle, donde las ventas clandestinas merman verdaderamente la ganancia del artista establecido, y de la compañía a la que éste pertenece. En este caso, la respuesta es sencilla cuando uno se pregunta si fue primero el huevo o la gallina. Si se le quiere dar un ángulo legal y económico a este asunto, entonces se tiene que empezar por destituir, y perseguir abiertamente a aquellos que hacen negocio y sacan remuneración indebida de la obra artística, y no me refiero al vendedor de calle, sino a los distribuidores de gran escala. Éllos son los que sacan auténtica ganancia en millones de pesos, euros, dólares, baht, a un negocio donde no tuvieron nada que ver.
Segundamente, hay que llamarle al pan, pan, y al vino, vino. Debemos de darle real difusión al enfoque de la protección de los derechos de autor. Los artistas que graban, lo hacen bajo contrato. Su ganancia en el mercado es mínima comparada con la entrada de capital que se genera a raiz de presentarse en directo. ¿Cuál es entonces el real sufrimiento que padece el artista debido a que copias de sus discos circulen ilegalmente por internet, salvo por la pérdida de capital de la compañía disquera? Y en todo caso, para hacer posible que alguien pueda inicialmente compartir un disco, alguien tuvo que convertirlo a archivos de .mp3, y para haber sido posible esto, esa misma persona tuvo que haber comprado ese disco con anterioridad. No nos hagamos tontos. Ganancia la hay, por un lado o por otro, proteger derechos de autor es, indudablemente, harina de otro costal.
Finalmente, hay que aceptar que las ventas de discos compactos van en formal picada. Dentro de unos años los CDs van a ser no más que un recuerdo en las tiendas. Pero no por ello la música va a dejar de ser un negocio lucrativo. La compra/venta de música va a ocurrir netamente en internet (la tienda de iTunes, por ejemplo, o los mismos websites de los artistas --ejem! manejados por las compañías disqueras en cuestión, obviamente.) Las tiendas de discos van a desaparecer y serán suplidas por kioskos designados (presentes en conciertos de artistas, en supermercados, etc) donde uno podrá adquirir y "subir" archivos directamente a su reproductor eléctronico.
Siendo entonces que el formato por excelencia en el que la música y el video serán comercializados será el electrónico, la conclusión es que el intercambio (o piratería pues) por internet, no va a tener fin, sin embargo, mejores técnicas de control podrán ser aplicadas, ya que la venta pirata, junto con los CDs, va a desaparecer de nuestro vocabulario. Y al convertirse esto en un intercambio P2P del artista al escucha, entonces podremos sinceramente entablar un dialogo hacia la piratería restante, o por lo menos hayar la manera hacerla factible.